Pobre hombre que yace sin corazón,
se lo han robado como el elixir de la mañana,
crimen cometido por el celo pasional.
Que pena más grande para el espectador.
Aquel esperanzado de los días nuevos,
se confio y terminó por morir,
que las mujeres no son más que arpias,
y que sólo sirven para alentar el alcohol.
Dejen que lo pinte en un cuadro triste,
permitanme inmortalizar su dolor.
Esté servirá de ejemplo para los ilusos,
el inevitable sino de quien pierde,
un cariño magro, antes lleno de esplendor.
Las astillas vivas en el redoble pectoral,
resuenan en una sinfonía de fracaso,
la voz de la culpa y los coros celestiales,
que llaman a la victima a morir.
Dejate llevar y aniquila tu ser,
pierde la batalla ante la dignidad,
deja que las llamas se lleven tu cuerpo,
no vale la pena vivir la soledad.
Y una vez que estés muerto
y como soldado yascas en el piso,
lloraré ante tu cadaver cuando tus ojos me miren,
maldeciré al cielo una vez más ante lo eterno.
Por que el hombre que muere sabe lo que busca,
y el que insita sólo sabe envidiar.
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