Arremetamos contra las mareas del miedo
la furia tempestuosa de la brutalidad pecaminosa
esta penado por todos, es lo prohibido,
y a nosotros solo nos alimenta el espíritu.
Colemos la sangre de los chivos,
y en una copa bebamos un buen ron en esta,
el latir de nuestros pecados no será suficiente,
necesitamos más que la mera satisfacción.
Y ahora más que nunca después de lo vivido,
en los tiempos del hambre de los pobres rezagados,
de los ricos ladrones y de los curas pervertidos,
sangremos con los corazones de la vida bien vivida,
peliemos por el derecho a nuestra condenación.
Toma mi mano cual cadena de tortura,
que desciende lentamente al abismo de la reprimenda,
y entre latidos y latidos habrá un último latir,
que les diga a los más escépticos de mis palabras,
así es que vale la pena vivir.
Estoy recorriendo un sendero oscuro y triste,
una escalera cubierta por fuego azul y rojo,
donde la brisa más fina será negada a los malditos,
y todos deberán pagar por sus acciones,
Pues bienvenido sea
que las llamas quemen todo mi cuerpo corrupto,
que los tridentes traspasen mis ojos sin piedad,
y el cerrojo de la paz no se abran nunca,
que los cancerberos me coman entero si les place,
¡no me importa!
porque quizás lo único verdadero
que allá deseado en mi vida
sea haber llegado hasta aquí
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