domingo, 29 de agosto de 2010

Amor convecional

Corrí a tu encuentro porque te ansiaba
en una tarde roja de octubre
y un sentimiento me destrozaba el corazón.
Tantos días lejos de tu cara
nublaron todos mis deseos de trabajar
tal vez de amor vive el hombre
pero sólo tal vez.

Y cuando te vi se me ajustó el pecho
la alegría me mató el dolor
tan hermosa, y tan preciosa,
tan bella y tan gloriosa
eres la joya de mi triste vivir,
y me abrumas como cual obsesión.

Te dije que te quería tantas veces,
porque acaso no vaya a ser,
que te pierda en un instante difuso,
y me olvides como tantas otras,
que si te vas ya nada importa,
sólo acuérdate de mi querer.

Salimos a pasear a un magro campo,
ninguna virtud relucía allí,
pero cuando caminas con tu danza tan fina
iluminas la vida y además mi porvenir;
y como me cantabas al oído,
con fiereza valiente de guerrero santo
con el amor más vivo que jamás sentí,
todos tus sueños eran para mí.

Y yo tan feliz y tan radiante,
corrí por los prados quemados por el sol
me tumbé sobre aquellas feas flores,
y llore sangre por semejante bendición.
Ahora todo es tan placentero
que hasta el aire parece de color,
y el agua oscura reluce como estrella
me has cambiado la visión.

Y tú,
libre y blanca como un poema bueno,
de a poco y sin vergüenza bajas tú pantalón,
me miras y me sonríes con tal complicidad
y orinas al costado de un árbol en el mismo lugar
dándome esperanzas de que vale la pena amar
y regalándome un son, para mi canción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario